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Fuiste prohibido

No mereces que te escriba, pero aquí estoy.  Te has vuelto una especie de incomodidad placentera.  Y ¿sabes qué? Eso tampoco te lo mereces. No te culpo que me hayas alejado de tu lado, al contrario, te lo aplaudo, con que madurez dejaste que todo pasará, eres una excelente persona, casi tanto como yo.

Mis lágrimas no se irán a ningún lado.

Llegas tan ausente de ti, me besas con los labios vacíos, me tocas en la distancia, me miras lleno de falta. Estás, pero no presente, te siento, te veo, te escucho, te quiero, mas no te tengo. ¿Qué puedo hacer contigo? ¿Dejarte ir? ¿Marcharme en silencio? ¿Quedarme en suspenso? ¡Dime qué! Te amo… no es suficiente. Me escapo de mí misma, entre tus brazos, vuelo lejos; nos veo como en sueños, dibujando aquellos días en los que éramos lo que hoy extraño, en los que podíamos soñar despiertos lo que ahora se esconde entre suplicios y pretextos. Puedes marcharte, pero mis ojos cerrados se quedan llenos de tu risa, mis lágrimas no se irán a ningún lado. Puedes marcharte, el miedo ya nos ha ganado.

Así

Te quiero. Sin pensarlo, sin medida, sin cordura.  A todas horas, cuando te enojas, incluso cuando no estás.  Te quiero. Sin preguntas, sin lógica, sin cuidado.  Te quiero.  Tan simple como escribirlo, tan complicado como nosotros.
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Títulos.

Le ponemos títulos y nombres a las personas, así como a las cosas, pues necesitamos llamarlas de algún modo; "amigo", "mejor amigo", "compañero", "hermano", "novio", "padre", y pocas veces le damos importancia al peso de esas palabras, bautizamos a lo loco a la gente que nos rodea, y les dejamos entrar a nuestra vida bajo ese título que quién sabe sea correcto o no.  Hoy entendí, que si quitamos e sos títulos, sólo queda la gente. Hay personas que amamos y nos aman, que llegan y se van, que se quedan o abandonan, que son fugaces o duraderas, pero tal vez esa sea la belleza de la vida, aprender a que somos seres en movimiento, y que hay gente con la que podremos compartir más que con otras, que hay caminos que se caminan solos, y que debemos aprender a dejar ir a las personas pues cada quien tiene su propio rumbo, y no pretender que por haberles dado un título, éste les obligue a quedarse.

Amores.

A mis cortos 18 años he tenido tres amores: El  primero fue complicadísimo, de esos amores que están destinados al fracaso (estaba muy niña. Si, más)  pero el fracaso aparece cuatro años después tras una serie de infortunios que te enseñan que es mejor rendirse a tiempo. Viví de todo en esa relación, muchas primeras veces y otros tantos “no lo vuelvo a hacer” que evidentemente no fueron cumplidos; pero ¡ah! qué bonito es el primer amor. Todo se presenta tan nuevo y tan intenso que te sientes en las nubes hasta que llega la caída y el madrazo duele tanto que preferirías la muerte antes que la terrible desdicha de sufrir tal agonía, luego aprendes que de amor no se muere y continuas con tu vida. El segundo fue muy divertido, iba en la secundaria él un desmadre… y yo también. Ese amor fue más dinámico que romántico y por supuesto nada tormentoso (bueno, lo normal). Un amor de esos frescos que llegan en el momento adecuado y se van sin que lo notes. Amores/amistades que todos deberíamos t

Tú siempre

Me voltio a ver y sonrió.  Y solo eso era necesario para saber que estaba en su juego, en su trampa, de nuevo. Y lo peor no era eso, lo peor era que el lo sabia. Lo usaba en mi contra. Me envolvía. ¿Que más quiere de mi? Se lo he dado todo y lo que no, me lo ha arrebatado. No tengo nada propio. Todo lleva su nombre, su esencia, su aroma.  Me estaba convirtiendo en él. No tenia nada propio. El problema aqui es que no habia hecho de lo suyo mío, de hecho me lo habia robado. Todo de él me lo habia robado e incluso me atrevia a decir que me estaba convirtiendo en él. Sus palabras, sus frases e incluso la forma de decirlo me las habia apropiado.  La forma de reir, escandalosa, era mia. la cara de enojado, de desesperado, de felicidad e incluso de resignaccion y conformodidad. Me salían a la perfección sin siquiera saberlo. La forma de besar, de contestar, y la que mas me gustaba, de sonreír. Nada me gustaba mas que esa media sonrisa dibujada en su cara.  Lo tome de la mano.
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Haz las cosas que siempre quisiste hacer, sin mi ahí para detenerte, no lo pienses solo hazlo, más que cualquier cosa quiero verte dándole una gloriosa mordida al mundo.

Mi mundo entero.

De ti me gusta todo. Tienes en conjunto, las cualidades que le he aplaudido a las personas que he llegado a admirar. Incluso, hasta todo eso que podría detestar en el resto de la gente, lo amo en ti, me provoca una intensa fascinación. En cada elemento tuyo hay belleza, pues tienes la valentía de decidir quién quieres ser, y construyes sobre ti mismo todos los días. Amor a ti, y amor contigo. Amarnos y amar juntos. Que parece ser lo mismo, pero sólo en el amanecer, cuando todo es claro y estás ahí, me parece evidente la diferencia entre una y otra cosa. Entre todo eso que normalmente, revolvemos o dejamos de contemplar. Pero te he contemplado, y entonces me di cuenta de que había dejado, por algún tiempo, de contemplar al mundo también. Cuando duermes y cuando ríes, cuando el mundo llueve o se ilumina, esas veces que el sol se ha infiltrado en mi piel, así como cada vez que me miras. Cuando te colocas perfume encima y el aroma del planeta parece ser más dulce, y hasta cuando fumas

Cuatro veces uno.

Te quiero porque cuando uno ama deja de querer y esa es la cosa más fea que le puede pasar a dos personas que se besan, porque cuando uno ama se toma demasiado en serio aquellas cosas que unen una mano con otra mano y que enredan un pie con otro, y esos pies y esas manos no necesitan tomarse en serio nada y yo no necesito nada más que seguir queriéndote. Te quiero para que las cosas más ridículas y los momentos más simples tengan de qué vivir, para que el vivir sea simple todos los días y para que tú y yo vivamos queriéndonos ridículamente.   Te quiero porque amarte sería darte y pedirte todo a la vez, y al darnos y al entregarnos todo nos quedaría únicamente el recordar y entonces el futuro nos quedaría hueco y sombrío, y entonces esto del querer se volvería amor y yo no quiero amarte de ninguna forma si te quiero tanto como te quiero.  En fin, quiéreme, ¡pero quiéreme mucho! quiéreme como la muerte nos quiere, como se le quiere a los perros o a los caballos, quiéreme, y escríbeme