Le ponemos títulos y nombres a las personas, así como a las cosas, pues necesitamos llamarlas de algún modo; "amigo", "mejor amigo", "compañero", "hermano", "novio", "padre", y pocas veces le damos importancia al peso de esas palabras, bautizamos a lo loco a la gente que nos rodea, y les dejamos entrar a nuestra vida bajo ese título que quién sabe sea correcto o no. Hoy entendí, que si quitamos e sos títulos, sólo queda la gente. Hay personas que amamos y nos aman, que llegan y se van, que se quedan o abandonan, que son fugaces o duraderas, pero tal vez esa sea la belleza de la vida, aprender a que somos seres en movimiento, y que hay gente con la que podremos compartir más que con otras, que hay caminos que se caminan solos, y que debemos aprender a dejar ir a las personas pues cada quien tiene su propio rumbo, y no pretender que por haberles dado un título, éste les obligue a quedarse.